miércoles, 19 de agosto de 2009

Historia de la maquina de escribir


No puede decirse que la máquina de escribir tenga un único inventor, pues, como en otros casos (bombilla, automóvil, teléfono o telégrafo), fueron varias las personas que contribuyeron con las ideas e invenciones que terminaron llevando a las primeras máquinas comercializadas con éxito. De hecho, los historiadores estiman que varias formas de máquina de escribir fueron inventadas al menos 52 veces por mecánicos que intentaban conseguir un diseño útil.[1]
En 1714
Henry Mill obtuvo una patente de la reina Ana de Gran Bretaña por una máquina que, según era descrita, se parece a una máquina de escribir, si bien no se sabe más.[2] Entre los primeros desarrolladores de máquinas de escribir se encuentra Pellegrino Turri, en 1808, que también inventó el papel de calco. Muchas de estas máquinas primitivas, incluyendo la de Turri, fueron desarrolladas para permitir escribir a los ciegos.

La máquina de escribir de índice, con un teclado circular, es uno de los muchos diseños primitivos que no tuvieron aceptación.
En 1829
William Austin Burt patentó una máquina llamada «tipógrafo». Como muchas de las otras máquinas primitivas, a menudo se la cita como la «primera» máquina de escribir. El Science Museum de Londres la describe simplemente como «el primer mecanismo de escritura cuya invención fue documentada», pero incluso esta afirmación puede ser excesiva, ya que la máquina de Turri es bien conocida.[3] Incluso en manos de su inventor, esta máquina era más lenta que la escritura manual. Burt y su promotor, John D. Sheldon, nunca hallaron comprador para la patente, y la máquina nunca fue comercializada. Debido a que usaba un dial para seleccionar el carácter en lugar de contar con una tecla separada para cada uno, fue llamada «máquina de escribir de índice», en oposición a las de tecla, si es que puede considerarse una máquina de escribir auténtica. Entre 1829 y 1870 se patentaron en Europa y América muchas máquinas de imprimir o escribir, pero ninguna de ellas llegó a comercializarse. Charles Thurber desarrolló múltiples patentes; la primera —en 1843— fue concebida como una ayuda para los ciegos (véase el quirógrafo de 1845 como ejemplo).
La invención de la máquina de escribir permitió suplantar a los lentos copistas y le dio un carácter más oficial e impersonal a los escritos comerciales y políticos. El procedimiento mecánico de escritura aceleró el ritmo de las comunicaciones, marcó un punto importante en el desarrollo de las relaciones sociales y le permitió a la mujer ingresar masivamente al mundo laboral como dactilógrafa, entre los siglos XIX y XX. Podríamos decir de cierta manera que la máquina de escribir le abrió el camino a las máquinas eléctricas y por que no a las computadoras.
En 1855 el italiano
Giuseppe Ravizza creó un prototipo de máquina de escribir, llamado Cembalo scrivano o macchina da scrivere a tasti. Era una máquina avanzada que permitía al usuario ver lo que escribía a medida que tecleaba.
En 1861 el padre
Francisco João de Azevedo, un sacerdote brasileño, fabricó su propia máquina de escribir con materiales básicos, como madera y cuchillos. Ese mismo año, Pedro I, el emperador de Brasil, le entregó una medalla de oro por este invento. Muchos brasileños, así como el gobierno federal de ese país, consideran a Azevedo el auténtico inventor de la máquina de escribir, una reivindicación que ha sido objeto de cierta controversia.[4]
En 1864 el austriaco
Peter Mitterhofer creó una máquina de escribir que tampoco llegó a comercializarse. Mitterhofer siguió mejorando su modelo original y creó cinco versiones mejoradas diferentes hasta 1868.

La «bola de escribir» de Hansen, inventada en 1865. El modelo de la fotografía es de 1870.
En 1865 el reverendo danés
Rasmus Malling-Hansen inventó la «bola de escribir», que se comercializó en 1870, siendo la primera máquina de escribir puesta a la venta. Fue un éxito en Europa, y se sabe que estuvo en uso en oficinas de Londres hasta 1909.[5] Adicionalmente, Malling-Hansen usó un escape solenoidal para el retorno del carro de algunos de sus modelos, constituyendo un serio candidato para la primera máquina de escribir «eléctrica». Gracias al libro Hvem er Skrivekuglens Opfinder?, escrito por la hija de Malling-Hansen, Johanne Agerskov, sabemos que en 1865 Malling-Hansen fabricó un modelo de porcelana del teclado de su bola de escribir, y experimentó con diferentes ubicaciones de las letras para lograr la mayor velocidad de escritura. Malling-Hansen ubicó las letras en pistones cortos que se movían directamente a través de la bola bajando hasta el papel, lo que junto con la adecuada ubicación de las letras para que los dedos más rápidos pulsasen las usadas con mayor frecuencia, hizo de la bola de escribir de Hansen la primera máquina de escribir que permitía elaborar textos sustancialmente más rápido que escribiendo manualmente. Malling-Hansen desarrolló su máquina aún más en los años 1870 y 1880, logrando muchas mejoras, pero manteniendo la cabeza de escritura original. En el primer modelo de la bola de escribir de 1870, el papel se sujetaba a un cilindro dentro de una caja de madera. En 1874 el cilindro fue reemplazado por un carro que se movía por debajo de la cabeza de escritura. Entonces, en 1875, el conocido modelo alto fue patentado, siendo la primera de las bolas de escribir que funcionaba sin electricidad. Malling-Hansen asistió a las exposiciones mundiales de Viena en 1873 y París en 1878. En ambas ganó las medallas del primer premio por su invento.[6] [7] [8]

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