miércoles, 19 de agosto de 2009

Historia de la plancha


Desde finales de la Edad Media, se utilizaban planchas de metal para planchar la ropa. La forma de las mismas era similar a las actuales contando con una base de forma triangular y un asa superior con la que se manejaba. Su peculiaridad era la forma de transmitirles calor que se conseguía apoyándola sobre una estufa o un fuego durante el tiempo necesario. Para evitar quemaduras las amas de casa debían agarrar el asa de hierro ayudándose de un trapo grueso. Posteriormente, se inventarían planchas con mangos no conductores fabricados en madera.

Plancha de carbón

Plancha de carbón
Para hacer efectiva la labor de planchado era necesario utilizar al menos dos planchas, pues mientras una se estaba utilizando la otra se calentaba sobre la estufa. Además, las planchas necesitaban un constante y delicado mantenimiento para conservarse en buen uso. Periódicamente, debían ser limpiadas, pulidas y se les aplicaba una película de
grasa o cera de abeja para retrasar su oxidación.
Las planchas
carbón permitían mantener el calor durante más tiempo. Estos utensilios que todavía se pueden ver hoy en día en India y otros países de África, contenían un recipiente en el que se introducían las ascuas de carbón caliente. Algunas incluso contaban con un orificio vertical que permitía evacuar el humo impidiendo que afectar a la prenda. A finales del siglo XIX se presentaron modelos evolucionados de planchas de carbón incorporando bases reversibles, inyectores de gas y otras innovaciones.[1]

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